MADRID
Moratalaz

Entre ratas, suciedad y motos destartaladas: El Ruedo, con los pisos más baratos de Madrid, vive su propio 'boom' inmobiliario

Las icónicas viviendas diseñadas por Sáenz de Oiza han pasado de venderse por 85.000 euros a 250.000 euros en menos de cuatro años

El Ruedo visto desde el otro lado de la M-30
El Ruedo visto desde el otro lado de la M-30SERGIO GONZÁLEZ VALERO
Actualizado

María (de 50 años) encontró lo que parecía un auténtico chollo mientras buscaba por internet un piso para comprar: un dúplex de más de 100 metros cuadrados con terraza por 175.000 euros junto a la M-30. Un precio de ensueño en una gran ciudad como Madrid, donde los pisos experimentan subidas interanuales cercanas al 20%, según los datos del pasado verano. Sin embargo, al descolgar el teléfono y preguntar por la oferta, la comercial de la inmobiliaria aportó una información que no figuraba en el anuncio: «Bueno, es que el piso está en El Ruedo».

En este conjunto de viviendas diseñado por Sáenz de Oiza a finales de los años ochenta para realojar a familias procedentes del poblado chabolista del Pozo del Huevo puede encontrarse el metro cuadrado más barato de todo Madrid... pero también el que más sube.

La escalada ha sido meteórica. Cuando las viviendas de El Ruedo comenzaron a liberalizarse a finales de 2021 y principios de 2022, los pisos se vendían por 85.000 euros. Poco después, a finales de 2023, ya alcanzaban los 140.000 o 150.000 euros. Hoy, las últimas operaciones se cierran entre 175.000 y 250.000 euros, según confirman varias inmobiliarias que trabajan en la zona. En algunos casos, «los compradores son inversores que revenden en cuestión de meses tras una pequeña reforma: pintura, puertas nuevas, cocina brillante... y una diferencia de 60.000 euros en el precio final», explica a GRAN MADRID un agente inmobiliario sobre el terreno.

Y no exagera. Un dúplex de 155 metros cuadrados en el número 23 se ofrece en Idealista por 175.000 euros, es decir, 1.129 euros el metro cuadrado. En la misma dirección, según los cálculos que el portal inmobiliario Newhomers realiza en base a la localización, el año de construcción, el precio de la vivienda y otras variables, una casa en la misma ubicación que la anunciada podría superar los 6.000 euros por metro cuadrado. Es decir, cinco veces más caro.

Sin embargo, el propio Ruedo genera un microcosmos que, aunque no vive ajeno a la inflación de la vivienda que sacude la capital, sí actúa como freno. Lo primero que sorprende al contactar con una inmobiliaria que oferta un piso de similares características es que los comerciales llaman insistentemente para confirmar la cita, repitiendo al potencial comprador que «si es consciente de que el piso se encuentra en El Ruedo».

Aun así, la advertencia no hace justicia al panorama de abandono que presentan las zonas públicas de este gran complejo de viviendas: un buzón arrancado y oxidado da la bienvenida a esta zona donde asfalto y aceras llevan años sin mantenerse; las papeleras están totalmente arrancadas, las zonas verdes se han convertido en vertederos improvisados con botellas, latas, bolsas rotas y basura decolorada por el sol. En una esquina, una moto sin matrícula con el asiento cubierto con una toalla; también hay un quad escondido entre la maleza. Poca gente pasea por la calle. Una rata muerta de 25 centímetros junto a los dos negocios que quedan en la zona y, al fondo de la placita, unas mesas con sillas puestas en la calle donde, según explica un vecino a GRAN MADRID, «los chavales se sacan una tele, enganchan la luz y se ponen a jugar ahí a la Play en verano». Este es el panorama de bienvenida de El Ruedo que muchos compradores reciben al acercarse a visitar la que podría ser su primera vivienda en propiedad.

Tras despedir a la anterior visita, el agente sube con una sonrisa profesional y cara de circunstancias. «El ascensor es antiguo, pero no se estropea», bromea. «Es pequeñito, pero el dúplex lo compensa», dice para tratar de contrarrestar el deslucido aspecto de las zonas comunes. Al abrir la puerta de la vivienda, que da directamente al salón, lo primero que llama la atención es que la casa está habitada: hay cuadros de una virgen, una pelota de rugby, juguetes de niños, pósteres de fútbol, ropa tendida...

En el piso superior, donde se encuentran las habitaciones, falta el marco de una puerta, hay colchones apoyados en las paredes y el cristal de un armario está totalmente descascarillado. «Esto es lo más escandaloso —reconoce señalando el roto—. Hay que cambiarlo, claro, pero todo lo demás está bien».

El comercial informa que hay una habitación que no se puede visitar porque los inquilinos todavía viven allí y se han metido con los niños en esa estancia. Al señalar que en el anuncio no se mencionaba que la vivienda estuviese ocupada, el agente responde rápidamente: «Son súper amigables, nada conflictivos y les estamos ayudando con papeleos para que se vayan antes de la compra a un piso en alquiler que les hemos buscado». Habla deprisa, con ese tono que mezcla la prisa y el pudor de quien intenta vender un producto que no está en las mejores condiciones.

La visita continúa: «Mira, este baño está totalmente reformado. Está excelente, aunque la puerta no tiene marco [y el agujero está descascarillado, con cables y tuberías a la vista]». Entonces se sale del guion por un segundo: «Francamente, no se puede vivir así», espeta, antes de percatarse del desliz, cambiar de tema y seguir con el recorrido.

En la terraza, cubierta por una verja de hierro, el agente despliega su mejor discurso: «No hay muros de carga. Puedes tirar lo que quieras, ampliar el salón, hacer otra terraza. Incluso un cuarto nuevo». Asegura que ya han vendido dos o tres pisos este año «sin ningún problema». Cuando se le pregunta por la fama del lugar, se encoge de hombros: «Bueno, la zona tuvo cierta reputación, sobre todo en los noventa. Pero eso ya cambió, francamente. Todo súper normal», afirma, negando la evidencia del abandono de todas las vías públicas aledañas que enfrentan a diario los vecinos.

El agente, que conoce bien el guion, lo repite con naturalidad: «Antes eran de protección oficial, pero ya venció el plazo. Se están revalorizando un montón. En marzo vendimos uno en 215.000 y el comprador lo revendió en 285.000 en septiembre. Con una pequeña reforma».

Al dirigirse hacia la salida (esta vez por las escaleras), los visitantes se encuentran con una estampa atípica: algunas viviendas tienen instaladas puertas antiokupas (sin cerradura accesible y hechas de acero) que protegen las originales. El comercial reacciona rápido: «Estamos intentando hablar con los propietarios para que lo pongan en venta».

Al salir, en el único bar de la zona, dos parroquianos charlan con los dueños. Ante las preguntas sobre los pisos de la zona, se muestran escépticos: «Tampoco se venden tantos pisos aquí. Tal vez porque la gente no quiere venir a vivir o porque han subido muchísimo y los que tenemos familia ya no podemos comprarlos», explican. «A finales de 2024 aún podrías encontrar algún chollo... ahora ya están caros», afirman.

Aunque la zona cuenta con una asociación de vecinos que organiza actividades para menores y familias en situación de vulnerabilidad gracias a voluntarios, el abandono institucional es palpable. Durante toda la mañana que GRAN MADRID pasó en los alrededores del bloque no apareció ningún coche de la Policía Municipal, la Nacional ni de los servicios de limpieza, pese a la notable acumulación de basura y el deterioro evidente del mobiliario urbano.

Un voluntario que colaboró durante años con la asociación lo describe con crudeza: «La zona impresiona un poquito, pero lo peor es el parking. Allí nadie se atreve a bajar porque directamente hay miedo», asegura. «Ahí abajo no se te ha perdido nada y no hay nada que hacer, salvo jugártela», remata.

Sin embargo, pese al estigma, el miedo, el abandono y el deterioro de los servicios públicos, la vivienda en El Ruedo no deja de subir. Prueba de ello, los anuncios en portales inmobiliarios: ya se piden 275.000 euros por un dúplex de tres habitaciones con terraza y más de 150 metros cuadrados. El problema es encontrar compradores.