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Albert Rivera abandona la política

El hasta ahora presidente del partido llevaba 13 años al frente de la formación

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, durante el anuncio de su dimisión este lunes. En vídeo, el anuncio de su dimisión y su retirada de la política.Vídeo: Jaime Villanueva / QUALITY
Elsa García de Blas

Albert Rivera se convirtió este lunes en la primera víctima del bloqueo político en España: anunció que dimite y deja el escaño y la política. La repetición electoral ha terminado con la carrera política del dirigente catalán, que aún no ha cumplido los 40 años, tras el hundimiento en las urnas del partido que fundó. Rivera ha liderado Ciudadanos de forma presidencialista durante 13 años. Forjó un proyecto nacido en Cataluña como una opción de centro para plantar cara al nacionalismo y se va castigado por la parálisis política y arrollado por la extrema derecha. No quiso poner un cordón sanitario a Vox ni pactar con el PSOE cuando sumaban mayoría absoluta. Tras su salida, un congreso aún sin fecha decidirá el nuevo liderazgo. Inés Arrimadas tiene el mayor número de apoyos internos.

Rostros desencajados, ojos enrojecidos cuando no lágrimas desconsoladas en hombres de casi dos metros de altura, como Carlos Cuadrado, secretario de Finanzas. La ejecutiva de Ciudadanos adoptó tonos fúnebres para dar el último aplauso al único líder que ha conocido el partido. “Esto es un duelo”, reconocía uno de los dirigentes recién incorporados, que dejó su trabajo por la llamada del jefe. La escena era significativa de la profunda identificación de la formación con su líder. El grupo de colaboradores más cercanos aplaudió varias veces durante largos minutos, interrumpiendo el discurso de despedida del presidente, de una alta carga emotiva. El líder de Ciudadanos puso fin a su carrera vencido por las urnas, conteniendo a duras penas las lágrimas, en un gesto muy infrecuente en la política española.

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La derrota no tenía paliativos. Y aun así Rivera sorprendió con su decisión de dimitir, que solo anticipó la noche del domingo a sus más estrechos colaboradores. Varios de ellos trataron de disuadirle para que se quedara, pero Rivera ya había decidido durante la campaña, viendo cada vez más cerca que el final se aproximaba, que se iría en caso de hundimiento. A sus más cercanos les había confesado en campaña que se marcharía “si no le quería la gente”. A mediados de semana, en la cúpula del partido ya sabían que la campaña no había funcionado y no habría remontado. Rivera ya barruntaba entonces su salida. El jueves, en un desayuno informativo en Madrid, ya insinuó que estaba pensando en dar un paso atrás.

Su discurso hizo énfasis precisamente en el tiempo que va a recuperar al salir de la política, con un cierto tono de liberación. “La vida es mucho más que la política", subrayó un Rivera emocionado, que prometió pasar a ser a partir de ahora “mejor padre, mejor hijo, mejor pareja y mejor amigo”. También reconoció marcharse preocupado por el devenir del país y, aunque admitió “errores y aciertos”, no profundizó en la autocrítica. Pero sí asumió el fracaso en primera persona. “Sea justo o injusto, es lo responsable”, dijo. Rivera quiso citar en su despedida una frase del expresidente estadounidense Barack Obama, sin un destinatario específico, como reflexión general: “Si para ganar tienes que dividir a la gente, vas a tener un país ingobernable”. “Viva la libertad”, se despidió. No recogerá su escaño, que pasará a ocupar el abogado del Estado Edmundo Bal.

El político catalán ha pagado la factura de la vuelta a las urnas tras seis meses de vaivenes y virajes que decidió en primera persona con un reducidísimo grupo de colaboradores. El giro estratégico principal se remonta, no obstante, a 2017, tras la declaración unilateral de independencia en Cataluña, que catapultó los resultados de Ciudadanos y le llevó a intentar disputar el liderazgo de la derecha al PP. Rivera, asesorado por el experto demoscópico Rafael Ruiz y su equipo de estadísticos, a quien fuentes de la dirección atribuyen un peso decisivo con sus análisis en las decisiones del líder, apostó por abandonar el centro y sustituir al PP. Ahí comenzó a dar pasos progresivos para atraer al votante de derechas. El primero de calado fue el pacto en Andalucía con el PP, apoyado en Vox. Después llegó la foto de Colón y el veto al PSOE, que fracturó su ejecutiva con un reguero de dimisiones de dirigentes que le pedían que desbloqueara el país. En las elecciones de abril, Rivera vio validada su tesis: con la negativa a Pedro Sánchez rozó el sorpasso al PP y se alzó a la tercera fuerza con 57 escaños, a solo nueve de Pablo Casado. Con ese resultado mantuvo durante seis meses el no al líder del PSOE. Solo lo levantó con una oferta de abstención en los minutos de descuento de la investidura.

Vox fue su principal problema. Rivera cabalgó a lomos del cabreo contra el independentismo catalán hasta que Ciudadanos comprobó con desasosiego que la fuerza de ultraderecha lograba capitalizar toda esa rabia. En las elecciones del 10-N, la extrema derecha, a la que renunció a poner un cordón sanitario como sus homólogos franceses de En Marche, explotó hasta arrebatarle la tercera posición en el Parlamento y gran parte de sus escaños. Santiago Abascal sumó 28 escaños; Rivera perdió 47.

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Sobre la firma

Elsa García de Blas
Periodista política. Cubre la información del PP después de haber seguido los pasos de tres partidos (el PSOE, Unidas Podemos y Cs). La mayor parte de su carrera la ha desarrollado en EL PAÍS y la SER. Es licenciada en Derecho y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid y máster en periodismo de EL PAÍS. Colabora como analista en TVE.

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